¡Afila tu sierra! La mejor forma de pasar la cuarentena

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Querido lector, te invito a participar en este relato. Imagínate que estás en un bosque lleno de enormes pinos. De pronto, escuchas un fuerte ruido. Sientes la caída de un árbol e incluso percibes la vibración del suelo. Sigues caminando y ves a un hombre robusto, vestido con pantalones vaqueros y una camisa gruesa de lana. El hombre viste unas botas montañesas, unos gruesos guantes de cuero y a su lado, una taladora. Evidentemente se trata de un talador de árboles. Cuando enciende su taladora, percibes que la sierra está muy vieja y desgastada, y es muy poca la madera que logra cortar.

Después de mucho esfuerzo, el hombre termina de cortar el árbol. Exhausto, se limpia el sudor de la frente y levanta su mirada hacia ti. “¿Y tú qué? ¿Acaso eres talador?”. “No, señor…”, dices, “solamente estaba viendo como usted talaba esos árboles”. Con un poco de valor, te animas a decirle: “Disculpe la pregunta, por curiosidad, ¿por qué no afila la sierra?”.

El talador se queda mirándote y te dice: “¡Porque no tengo tiempo!”. Tú insistes: “¿Pero no cree que podría ahorrarse muchísimo esfuerzo, y obtener una madera mejor cortada en un tiempo muchísimo menor? El hombre, irritado por tu intromisión, te dice: “¡Te dije que no tengo tiempo!”. Pero tú, en tu inocencia y con ganas de ayudar, insistes: “No se moleste conmigo, yo solamente quiero ayudarlo”. A lo que él te responde: “Mira joven, tú quizás tienes muy buenas ideas y crees que sabes mucho. En realidad, tengo mucho trabajo y no tengo tiempo para tus ideas, pero te voy a explicar algo. Yo llevo más de treinta años viviendo en este bosque y me gano la vida cortando leña para los habitantes de mi caserío. Además, ¿sabes cuánto tiempo me tomaría afilar esta sierra? Está vieja y oxidada, sus dientes perdieron el filo y el motor casi no tiene fuerza. Esta sierra vieja es todo lo que tengo ahora; si quisiera arreglarla tendría que llevarla a un experto, ya que en el caserío no hay nadie que sepa cómo hacer esos arreglos. El pueblo más cercano está a varios kilómetros de aquí y no tengo un vehículo propio para trasladarme hasta allí. Tendría que pagarle al camionero del caserío para que me llevara. Y, además, ¿quién dijo que esta vieja taladora tiene arreglo? Quizás tendría que comprar una taladora nueva, y no tengo plata para ello. «Como ves…» —finalizó el talador— «…no tiene caso intentar afilar mi sierra, así que gracias por tu consejo, debo seguir talando».


Revisa tu sierra

Esta historia la cito en mi libro, «Propósito» – El eje central de una vida apasionante, para ilustrar el camino del crecimiento personal. Uno debe revisar si está afrontando los desafíos de la vida utilizando su energía de forma óptima. Uno debe revisar su sierra y afilarla cuando sea necesario, o sea, casi siempre. Las habilidades que uno domina acaban siendo los dientes de la sierra. El poder de cosas como la inteligencia para resolver situaciones complejas, la valentía para lidiar con el pesimismo y el miedo, el carisma para hallar gracia en los ojos de nuestros semejantes o para comunicarnos con honestidad, la creatividad para identificar necesidades que podemos resolver, para aprender cosas nuevas, en fin, son tantas las herramientas que uno puede afilar para progresar en su camino y aportar valor a los demás.

El talador de nuestra anécdota es experto en excusas, tiene un millón de motivos para no hacer un cambio en su trabajo y está dispuesto a sacrificar el resultado de sus logros por ello. Y, aunque en verdad tenga razón, él es perfectamente consciente de su situación. Sabe perfectamente lo que debe hacer, pero decide no hacerlo. No nos engañemos, este hombre no es inocente, por el contrario, es responsable de su estancamiento. Aunque no se dé cuenta, está tomando la decisión (pasiva) de quedarse ahí y le está dando más peso a los obstáculos que a la creatividad. Por lo tanto, solamente él acaba siendo el causante y responsable de su cansancio y frustración.


Una generación de genios

Estoy convencido de que todos somos genios y tenemos la responsabilidad de tomar el control de esa genialidad. No estoy diciendo que todas las personas deben postularse a ganar un Premio Nobel; lo que estoy diciendo es que existe alguna área de la vida para desarrollar la genialidad de cada persona. No es un tema de cantidad, sino de calidad; no es un tema de reconocimiento público, sino de conciencia espiritual.

Si me preguntan ¿cuál es el ingrediente más importante para lograr expresar tu genialidad? Respondo sin duda una sola cosa: cree en ti. Alguien que cree en su potencial es mucho más propenso a resolver problemas con determinación, persistencia y creatividad que quien vive en dudas. Alguien que cree en sí mismo, vive en estado de grandeza y escucha constantemente una voz interna que le dice: “¿Cómo me voy a rendir? ¡Yo puedo, y tengo que encontrar una solución!”. El hecho de que uno sepa que es un auténtico genio, con un poder único, con una gracia especial, con un perfil único e irrepetible, lo encamina hacia una vida extraordinaria. ¿Por qué? Porque cree en sí mismo, como dijo Hilel: “Si yo no estoy para mí, ¿quién?”(Avot 1:14). El Rambam interpreta esta enseñanza de la siguiente manera: «…no esperes que la inspiración y el entusiasmo externo te despierten; en cambio, conviértete tú mismo en la fuente de inspiración y de entusiasmo para ti»


Cada uno con su sierra

Querido lector: ¿cuándo fue la última vez que diste excusas en lugar de afrontar una responsabilidad? ¿Qué tal si esas energías se ponen a trabajar en mejorar nuestra personalidad y dominar nuevas habilidades? ¿Cómo impactaría nuestra vida? Afilemos nuestras sierras y dejemos de lado cualquier excusa. Estoy seguro de que el cambio será maravilloso. ¡éxito!

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Dedicado en memoria de Shlomo Ben Simcha Z»L por sus hijos Motty y Loty Hirshbeim. En memoria de Oro Bat Esther z»l. Para la pronta recuperación de Yaacov Ben Sara.